Muchísimas veces, cuando entramos en una iglesia católica proyectada y construida en fecha reciente, por ejemplo en los últimos cuarenta años, no nos parece entrar en un lugar sagrado.
Claro que están presentes los signos sagrados católicos (por lo menos, lo esperamos), pero la atmósfera que se puede respirar -así pasa-, no es la misma de las iglesias más antiguas.
Claro que están presentes los signos sagrados católicos (por lo menos, lo esperamos), pero la atmósfera que se puede respirar -así pasa-, no es la misma de las iglesias más antiguas.
Debemos precisar que aquí no se trata de nostalgia por lo que es más viejo o conservador. Es claro que para todos la arquitectura evoluciona, y que si necesita construir nuevos templos los arquitectos tienen que seguir su intuición.
Solo que, sobre todo en el post-concilio, esto ha provocado un montón de iglesias que simplemente no son lindas ni dignas por celebrar los sagrados misterios litúrgicos. ¿Por qué? Tal vez parecen como garajes, como autoservicios, como depósitos. El fenómeno interesa más a la vieja Europa, pero se puede decir que adquiere una dimensión mundial.
Los colores elegidos son tal vez los más oscuros, el aspecto es "metálico", las formas extrañas. Así, la primera impresión desde el exterior es la de estar frente a algo que no se reconoce de inmediato como iglesia.
Después, al interior, el espacio es estudiado para favorecer la "asamblea" de los fieles (dimensión horizontal) y no el encuentro con el misterio de Dios (dimensión vertical).
Con frecuencia no es fácil comprender dónde está el tabernáculo con el Sagrado Sacramento, que ya no se ubica más al centro. Sobre todo, la primera impresión que se tiene es la de entrar en un espacio que no fue bien pensado para su uso particular.
Comprendemos muy bien que los que estamos diciendo es discutible. Pero, ¨por qué al pensar, proyectar construir iglesias -muchas veces muy costosas- no se llama a arquitectos y artistas católicos?
Tal parece que el dueño comitente -es decir la autoridad eclesiástica- tiene en su programa encargar el proyecto a especialistas que pueden ser muy conocidos pero no creyentes. En Roma, por ejemplo, se ha construido una gran iglesia cuyo "autor" fue un arquitecto hebreo muy famoso. No es una cuestión de identidad ni de favorecer a los arquitectos que viven la fe católica.
El problema es otro. ¨Puede un arquitecto no creyente proyectar un espacio litúrgicos según lo que la Iglesia católica quiere? Cierto que es posible, pero viendo muchas iglesias nuevas parece que tal vez no.
Es cierto, también, que el mismo problema puede existir con los artistas católicos, cuando lo que aparece, lo que cuenta, no es la realización "coral" de un lugar para el encuentro litúrgico, sino la afirmación de una idea personal, tal vez perseguida por querer ser la más ecléctica y original, con el efecto final de sorprender.
Cómo es diferente la acústica, la resistencia al calor del verano, la sacralidad, la atmósfera que se "respira" en una iglesia mas vieja! Igual si no es una catedral metropolitana o no tiene obras artísticas de gran valor y si es una simple y humilde capilla.
Los fieles tendrían que pretender más sobre este tema. Tendrían que rechazar ciertos experimentalismos. Atención: esto no significa que todas las iglesia tienen que ser "ricas", en el sentido de tener obras de alto valor.
No. Aquí se trata de gusto, de necesidad de vivir la misa dominical en una atmósfera que ayude más a la oración. Y esto se puede conseguir también con escasos medios. El autor es periodista italiano y vaticanista.
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